Han pasado 17 años desde la Cumbre de Río de Janeiro (1992) hasta la de Copenhage (2009) pero las concentraciones de gases efecto invernadero que causan el cambio climático no han parado de aumentar.
Vivimos insertados en un sistema económico, con unas reglas de juego. Los economistas del medioambiente tienen dos instrumentos: los sistemas de impuestos y las subvenciones sobre los derechos de emisión de sustancias contaminantes.
Se piensa en la creación de un mercado con las mismas características que el bursátil, para los productos contaminantes, y la creación de permisos de producción y emisión. Esta solución tiene objeciones, primeramente por su carácter inmoral, y a la perversión de crear un mercado, pues los países y empresas más ricas acumularían rápidamente esos permisos en detrimento de los pobres.
En Kioto (1997) se optó por dar concesiones de emisión en tasas, según el número de habitantes. Con este método se favorecía a los países en vías de desarrollo (G77) y a los que como Japón han hecho un considerable esfuerzo por rebajar sus emisiones. EEUU se ha negado a firmar los protocolos de control de emisión de dióxido de carbono. Este tratado internacional sólo ha obligado a reducir emisiones a los países industrializados, que han causado el problema. Cabe señalar que China es considerado país emergente y que junto con EEUU genera el 40% de las emisiones globales. El periodo de compromiso de Kioto termina en 2012 y Copenhage buscaba un acuerdo de continuidad, pero ha sido un acuerdo raquítico. Un texto de tres folios, con propuestas de todos países como orientación, las válidas estarán el 1-02-2010. El cual no incluye el concepto "verificación de emisiones" que tanto molestaba a China, si no un sistema de consultas, pero si mantiene el objetivo de que la temperatura no suba más de 2 ºC. Objetivos poco ambiciosos ya que una subida de la temperatura global de 2ºC destruirá las economías del continente africano.
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